Estamos en una era de abundancia de información. Hay una gran cantidad de datos, archivos, medios, notificaciones, tanto gratuitos como pagados. Es fácil encontrar productos piratas en páginas o incluso comprar copias en páginas chinas (para no entrar en debates culturales, digamos que son copias no autorizadas).
Además, están disponibles la mayoría de los contenidos de dominio público más populares. Algunos voluntarios los han colocado para descarga libre. Entre mis favoritos se encuentran casi todas las obras de Sherlock Holmes.
Por años he tenido esta dualidad interna. Buscar personas a quienes le interesen mis creaciones, tanto de forma altruista, como cubriendo los costos de creación. He compartido textos, software y entretenimiento. Ha sido una de mis búsquedas con más o menos éxito.
Lo que es realidad es que esto cambia constantemente. Antes había cierto éxito al esforzarse en la distribución. Tener miles de copias en librerías y puestos de revistas hacia que más ojos se interesaran en tu creación.
Hoy, eventos como la Feria Internacional del Libro o las Ferias de Juegos de Mesa llegan a un montón de personas, aunque tenemos la lucha constante, algo nada nuevo, por la atención y el dinero de los visitantes.
Estudiando esto históricamente, vemos que estos eventos siempre han existido, y siempre ha sido difícil que alguien desconocido destaque sobre lo establecido, lo popular, lo que tuvo más recursos para promoción.
Ahora, algunas creaciones se ven desafiadas por las tecnologías generativas. Ya no debemos esperar a que alguien escriba un Blog con los temas que nos gustan, o que respondan en un foro. En segundos encontramos una respuesta alimentada por grandes modelos de lenguaje, qué, debates éticos más y menos, la mayor parte del tiempo son algo útiles.
Vemos que sirven como psicólogos y hasta para rebotar ideas. Permiten tener conversaciones y contenido casi ilimitado.
Bajo todo este contexto, ¿que tanto conviene y llena al alma ofrecer nuestras creaciones al mundo?
Este es un tema largo, pues muchas veces las personas creadoras desearían qué fuera más fácil. No tener que rogar por atención, ni invertir en publicidad. Aunque esto simplemente no es así, se requiere entender a la gente como un consumidor, como un cliente, por más que le duela a nuestro espíritu artista.
Y dicho todo eso, empieza el camino del artesano de hacer algo que la gente quiera.
Entonces, crear de forma independiente en el siglo 21 es un acto de rebeldía. De apostar con recursos propios con posibilidad de que se pierda tiempo y dinero, aunque con valentía y voluntad de intentarlo por algo más.
Todo esto es necesario para este juego de crear. Y como me encanta el juego, seguiré creando.
En próximos días anunciaré una revista digital sobre la vida digital. Te invito a comprarla, y mucho más importante para mi, que la leas y te deje algo positivo en tu vida. Sígueme en este blog o en Mastodon.
Nos leemos pronto.
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EOT
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